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Estoy triste porque los voy a dejar. Pero, no me duele nada. Así, sin preámbulo alguno, recibió a sus hijos acabados de llegar. No lo dijo, pero parecía pedirles perdón por las molestias de una larga agonía. Eneyda recordaría que, en circunstancias parecidas, la abuela de Borges había pedido perdón a sus hijos por morir tan despacio.