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Tres Razones, o Más Bien Tres Grupos de Razones, Abogan en Favor de Esta Elección. En Primer Lugar, Porque la Muerte es el Acontecimiento Universal e Irrecusable Por Excelencia: en Efecto, lo Único de lo Que Estamos Verdaderamente Seguros, Aunque Ignoremos el Día y la Hora en Que Ocurrirá, su Porqué y el Cómo, es Que Debemos Morir. En Este Sentido la Muerte Parece Más Radical Que la Vida: Potencialmente el Número de Vivos Sólo Representa un Ínfimo Porcentaje de Los Que Habrían Podido Nacer; en Cambio Cada Hombre Sin Excepción Conoce de Antemano su Desenlace Fatal, Hasta el Punto de Que, Como lo Señalaba Heidegger, el Ser Humano es un Ser Para la-Muerte de Hecho, Vida y Muerte, Aunque Antinómicas, se Muestran Curiosamente Indisociables: el Niño Que Nace Lleva en sí Una Promesa de Muerte, es ya un Muerto en Potencia; Pero la Persona Que Fallece Puede Esperar Sobrevivir en la Memoria de Los Que Aún Quedan Con Vida, y en Todo Caso Mantenerse Parcialmente en el Patrimonio Genético Que Llega a su Descendencia. Pero También Hay Que Proclamar la Necesidad de la Muerte: Lo Que Las Civilizaciones Arcaicas Sostuvieron Siempre, ¿no Acaba de Descubrirlo la Ciencia Moderna? en Efecto, la Muerte, Para el Biólogo, es lo Que Permite la Supervivencia Cotidiana de la Especie (Si el Grano no Muere, Dice También el Poeta) al Asegurarle Con su Renovación Cotidiana Sus Posibilidades de Cambio ISBN: 9789681614942